En el mar de viñedos que envuelve el río Ebro y que se extiende, en ambos márgenes, desde Haro hasta La Rioja Baja, Laguardia ( Álava, 1.484 habitantes) adquiere un protagonismo especial. Es una de las capitales del enoturismo que cada día gana adeptos e inversores de la mano de la Denominación de Origen Calificada Rioja.
La hoy localidad alavesa incorpora en su nombre el único motivo de su fundación hace casi once siglos: defender el reino de Navarra. Y como si el tiempo no hubiera pasado, Laguardia conserva su estructura medieval, sus calles estrechas y empedradas, su muralla defensiva y las puertas, hoy siempre abiertas, que servían para defender la villa de las invasiones exteriores. Cruzarlas es retroceder en el tiempo y protegida por casi dos metros de piedra, la historia nos golpea el rostro desde el primer paso.
Muchas son las visitas recomendadas, empezando por el Pórtico de la iglesia de Santa María en piedra policromada y pasando por las casas palaciegas que mantienen sus escudos labrados, pero imprescindibles resultan tres.
La primera y más espectacular es la de El Collado, un balcón natural desde el que el turista verá un mar de viñas. La cuna (al menos una de ellas), del vino de Rioja.