Alrededores

En el mar de viñedos que envuelve el río Ebro y que se extiende, en ambos márgenes, desde Haro hasta La Rioja Baja, Laguardia ( Álava, 1.484 habitantes) adquiere un protagonismo especial. Es una de las capitales del enoturismo que cada día gana adeptos e inversores de la mano de la Denominación de Origen Calificada Rioja.

La hoy localidad alavesa incorpora en su nombre el único motivo de su fundación hace casi once siglos: defender el reino de Navarra. Y como si el tiempo no hubiera pasado, Laguardia conserva su estructura medieval, sus calles estrechas y empedradas, su muralla defensiva y las puertas, hoy siempre abiertas, que servían para defender la villa de las invasiones exteriores. Cruzarlas es retroceder en el tiempo y protegida por casi dos metros de piedra, la historia nos golpea el rostro desde el primer paso.

Muchas son las visitas recomendadas, empezando por el Pórtico de la iglesia de Santa María en piedra policromada y pasando por las casas palaciegas que mantienen sus escudos labrados, pero imprescindibles resultan tres.

La primera y más espectacular es la de El Collado, un balcón natural desde el que el turista verá un mar de viñas. La cuna (al menos una de ellas), del vino de Rioja.

La Plaza Mayor, sede del Ayuntamiento y confluencia natural de las calles más populosas y gastronómicamente recomendables de Laguardia, es el centro tanto geográfico como social de la localidad. Un esplendor, el de toda la zona interior de las murallas, que se mantiene gracias a la prohibición de tráfico rodado. Sin motores de fondo, y con el día a día de los lugareños como banda sonora, el salto en el tiempo es más marcado.

Y esa permanente persecución de los coches es consecuencia natural de la tercera visita imprescindible. Es el gran tesoro de Laguardia.Escondidas bajo tierra, a media docena de metros de profundidad, encontramos las bodegas familiares que, horadadas durante el siglo XVI, permitían hacer el mismo recorrido a la luz del sol o bajo tierra. Diseñadas para la conservación del vino, función que hoy han recuperado, también han servido para tramar conspiraciones, iniciar sublevaciones y preservar a la población de ataque enemigos.

Laguardia es uno de los techos de La Rioja alavesa y, como centro de operaciones, se perfila como el lugar ideal para recorrer la región. Como cada pueblo de los alrededores tiene su particular idiosincrasia y, en la mayor parte de los casos, merecen una visita individual, el turista se puede despedir de Laguardia desde las faldas de la Sierra de Cantabria. Es salto temporal es entonces más amplio. Aparecen monumentos funerarios y dólmenes que se extienden desde Elvillar de Álava hasta Ábalos formando así la conocida como Ruta de los Dólmenes.